lunes, 8 de agosto de 2011

La culpa es un bozal que les cabe sólo a los que no muerden

A veces sucede que transformamos nuestra culpa en un montón de sentimientos aparentemente más nobles y generosos pero que no son buenos, porque son todos de imitación, sintéticos. 

A la cabeza de estas sensaciones está la peor, la más denigrante de las maneras de disimular la culpa: la lástima. Si la culpa es la transformación de los sentimientos auténticos en un falso sentimiento, la lástima es peor, porque ni siquiera es un sentimiento, es sólo un pensamiento basura. 



La compasión y la lástima se parecen sólo en la superficie. Cuando yo me siento culpable de tener y que tú no tengas, ese sentimiento es capaz de transformarse en lástima (pobrecito tú que no tienes esto para que lo tenga yo). Pero cuando me alegra tener, para poder compartirlo contigo soy capa de apenarme por tu dolor sin sentir culpa. Y esa es la compasión. La virtud de sentir el dolor ajeno en sintonía con él. 

La lástima es el sentimiento de los soberbios, de los que se sienten por encima de los demás. Prima hermana del desprecio, es casi lo peor que se puede sentir por alguien. Uno puede hacer cosas porque siente cariño por el otro, puede hacer cosas porque es solidario con el otro, puede hacer cosas porque tiene ganas de hacerlas o porque cree que tiene el deber y la obligación de hacerlas. Pero hacerlas porque el otro le da lástima, repito, es de lo peor.

  • Hay que dejar que salgan las emociones. 
  • Hay que sacarlas hacia donde van dirigidas.
  • No hay que reprimir, ni tragarse las cosas.
  • No hay que retroflexionar ni las buenas ni las malas, ni las positivas ni las destructivas, ni las mejores ni las peores.
  • No hay que vivir regalando compulsivamente cosas cuando en realidad necesito que alguien me regale alguna vez algo a mí. 
  • No hay que vivir enfadándome conmigo mismo para no enfadarme con aquellos que me colman de sus expectativas. 
  • Hay que asumir la total responsabilidad de todo lo que hacemos, de todo lo que decimos y de todo lo que decidimos no hacer y no decir. 
Si lo hacemos así, no habrá más necesidad ni motivo para sentirse culpable, y sin culpas la vida será mucho, pero que mucho más placentera.



De la autoestima al egoísmo. Jorge Bucay.

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