Es curioso como a veces en nuestra
vida, cuanto más intentamos alejarnos de algo, más se nos acerca.
Pareciera que el destino nos da la mano y nos guía a través de la
intuición, opuesta al raciocinio y que siempre, tarde o temprano,
termina teniendo la última voz. Cómo hay personas que parecen
hechas a medida para ti: almas gemelas, tal vez, y cómo es la vida
quien se encarga de guiarte hacia ellas, alejarte, y buscar los
mecanismos necesarios para asegurarse de que sepas darte cuenta de
que es esa persona realmente la que te complementa y aporta, no más ni menos, sino justo lo que necesitas.
Quizá sea la vida la que se encargue
de nuestros fracasos como maestro para el futuro: si has actuado de
una manera que no funcionó, probablemente no volverás a repetirlo.
Y cómo es la misma la que se deja ver a través de señales que te
indican cual es tu camino.
La vida es una prueba constante que te
enseña poco a poco y que se asegura de que el día que encontremos a
alguien especial sepamos valorarlo, cuidarlo y no cometer los mismos
fallos que ya cometimos con quien realmente solo era una prueba.
“El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad”
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